Analía49 tenía una habilidad especial: telequinesis, o al menos, eso pensaba ella. Cada vez que se sentaba frente al televisor, concentraba su mente en cambiar de canal sin tocar el control remoto. Nada ocurría… pero ella insistía. “Es solo cuestión de concentración”, decía, ajustando las gafas con las que leía las etiquetas de los productos en el supermercado.
Un día, mientras veía un programa de cocina, con una intensa mirada de concentración, Analía49 logró que la pizza en el horno subiera un centímetro más. Claro, fue un movimiento sutil, casi imperceptible, pero lo notó. “¡Lo logré! ¡Estoy controlando el universo a través de mis pensamientos!”
Para probarlo, hizo algo más difícil: intentó hacer que el gato se levantara del sillón. Moulin Rouge, su gato de tres colores, la miró como si estuviera loca (cosa que en ese momento, para Analía49, era completamente lógica). “Moulin, levántate por telequinesis”, dijo, con una concentración tan intensa que su dedo apuntaba al gato como si fuera una varita mágica.
Moulin, por supuesto, no se movió. Pero eso no la detuvo. Ella siguió intentándolo, convencida de que estaba a punto de desatar una oleada de poderes sobrenaturales. Los días siguientes, entró en una especie de trance en el que repetía una y otra vez la misma secuencia: mirar el control remoto, mirar la televisión, mirar el gato, y “telequinetizar” el mundo a su alrededor.
Una tarde, mientras intentaba mover el sofá (sin tocarlo, claro), el teléfono sonó. “¡¿Ahora quién me interrumpe?!”, pensó, frustrada. Miró la pantalla y vio que era su amiga Marta, quien le preguntaba si quería ir a tomar un café. “Claro, pero primero, ¡debo telequinetizar el café!”, respondió Analía49, sin darse cuenta de lo que estaba diciendo.
Cuando Marta llegó a su casa, Analía49 estaba en pleno éxtasis telequinetético, moviendo una taza de café con los ojos cerrados. “Marta, ¡mira! Estoy haciendo levitar el café”, dijo mientras el vaso se tambaleaba peligrosamente. La taza, como era de esperar, se volcó. Pero eso no desanimó a Analía49. “Eso fue solo un error de cálculos”, explicó con total confianza. “Lo intentaré de nuevo, y esta vez será perfecto”.
Al final del día, Moulin Rouge no se levantó del sofá, pero Analía49 se sintió más poderosa que nunca. “Lo estoy logrando”, murmuró mientras apagaba la televisión con el control remoto. ¿O tal vez fue el poder del control remoto el que la estaba controlando a ella?
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